Espacio dedicado a la lectura, arte y cine

Los cuatro elementos del mundo

La ciencia traiciona. No es cierto lo de los átomos y las células. Estamos formados por Aire, Agua, Tierra y Fuego. Los Antiguos tenían razón.

Por lo menos es así en el caso de nosotros, ilustradores argentinos de libros para niños.
De Aire, en el tablero, volando al crear.

De Agua, tratando de sacar imposibles branquias para respirar en las profundidades oscuras de las peleas por los contratos o la falta de reconocimiento.

De Tierra, cuando cual maestro rural bajo el ombú, educamos en disertaciones o artículos como éste el 2+2 es 4 de nuestros derechos sobre nuestras obras. De Fuego, cuando ante anécdotas como las que más adelante se cuentan, hay que tirar unos tiros al aire, pegar unas patadas en la tierra y agitar un poco las aguas… ¡qué tanto!…

Aire

Pensamientos míos a la hora de elegir un color:

«…el octavo de los nueve personajes de la doble página no sé si será niña o niño, no importa, eso se verá a medida de ir componiéndolo. Veamos, el color predominante del primer personaje fue azul, el del segundo rojo, el tercero otro azul, cuarto violeta, quinto amarillo, sexto verde y séptimo naranja. Pruebo con verde oscuro para el octavo pero compite mucho con el sexto. La pollera del personaje naranja es azul, así que descarto el azul…¿rojo? como el porno argentino, no, porque el pelo del naranja es rojo y se encimaría con el que estoy concibiendo. Pruebo con un violeta más oscuro y azulado que el del cuarto personaje. Queda bien porque contrasta con el rojo del pelo y el naranja de la piel del séptimo personaje, que se le superpone un poco. Las facciones tienen que predominar en rosado porque éste está contenido en la esencia del violeta de fondo y, a la vez, usé poco este color en el resto del dibujo, por ende se va a destacar sin molestar al resto. El cuello lo hago de otro violeta. La remerita de un rosa eléctrico con el cuellito rojo, que hace juego con el sector de círculo de la boca y el que formará el pelo. Los pantalones vuelvo a hacerlos rosas… no me gusta… retiro el rosa porque opaca mucho. Pruebo: ¿azul, como si tuviera un jean?, no, ¿rojo?, no, se satura de rojo el todo…»

El pensamiento que arriba transcribo es un pobre pellizco de la cantidad de operaciones concientes e inconcientes y del sinnúmero de saberes que entran en juego al dibujar.

Amante de Kandinsky, Mondrian y Delaunay, generalmente uso para mis dibujos colores rutilantes y formas geométricas. Enamorado de los impresionistas y de Van Gogh, busco composiciones xxx que apelen a la impresión y que, vistas de cerca, puedan desmenuzarse en formitas y trocitos de color.

Trece años de carrera me han hecho pasar por la caricatura a lo Asterix, el realismo, ciertas chanchadas expresionistas de lo más psicóticas, el dominio y abandono de las fibras, el encuentro y desencuentro con los lápices, las ceras, témperas y tintas, el manoseo de los papeles, el descubrimiento y rechazo de las telas, la difícil relación con los pinceles, el eterno idilio con el Sr. Canson y las tijeras…

Tan importante como todo lo anterior son las Musas. Creo en ellas y amo a los griegos por haberlas concebido. La inspiración existe y reniego de toda la intelectualidad que da importancia sólo al trabajo, éste y las Musas se llevan de maravilla. Soy cursi, kitsh, pacato y romántico: digo que de esa unión sale la Creación, así con mayúsculas.

Cuando uno encuentra ese color, esa forma, esa composición, la sensación es etérea, sublime, se siente flotar y volar en el aire.

Estoy seguro que cualquier creativo ha sentido estas sensaciones con goce de triunfo. Usando como ejemplo a la gente del campo: Sergio Kern venciendo los misterios del chip en su computadora, Nora Hilb viendo como se expande la mancha de tinta que formará la sombra perfecta. Recuerdo un dibujo de Juan Lima en dónde había arena pegada en sugerente emplasto u otro de Ana Göbel con aceite formando burbujas tras un vidrio, hallazgos que, imagino sin temor a equivocarme, provocaron en sus autores una sensación excelsa, dionisíaca, gozosa.

Agua

Discusión con una editora ante una tapa que le presenté hace unos años:

-«Este verde debería ser gris».
-«Ese verde no lo modifico».
-«No, no, no, este verde debería ser gris, no te cierres al cambio».
Afirmación de otra editora a una colega:
-«En esta editorial tenemos un problema personal con el fucsia».

Hoy pregunté cómo se formaba un rayo. Me explicaron de la atmósfera y la fricción del aire y las nubes, el positivo y el negativo, los protones y electrones del átomo … yo sabía de antemano que no iba a entender absolutamente nada.

Me vislumbré como un Cro-Magnon lento e ignorante pero de inmediato vinieron a mi mente todas esas operaciones que hago en el momento de decidir que tal color es mejor que tal otro, abstracción tan grande para un físico de petardas como lo son para mí los fenómenos eléctricos que desembocan en el rayo.

Claro. A este físico, conciente de la especificidad de lo profesional, no se le ocurriría rebatirme, con ínfulas de conocedor, una combinación cromática, tal como yo jamás le discutiría la función del protón.
Quienes están en lugares de poder de muchas editoriales en Argentina, sí.

Uno de los mayores problemas que en estos últimos años transita nuestro autóctono campo de los libros para niños, es la casi desaparición de los directores de arte. Así, el juicio sobre las ilustraciones es emitido más de una vez por, a lo sumo, recorredores de museos y fascículos, sabios en lides más próximas al texto o al comercio. Frases como las del copete son dignas de un cuento de Macedonio Fernández, pero pertenecen a la cruda realidad que debemos escuchar resistiendo, en partes iguales, risa y bronca.

¿Más anecdotario?
De una directora de arte de profesión docente:
-«¿Por qué hacés las caras tan feas?»
De un director de colección de profesión periodista:
-«A esta mochilita tenés que agregarle un bolsillito».
De un editor a otro, en sordina:
-«No le digas que el dibujo está lindo, a ver si se agranda…»
De una directora de colección de profesión ignota, ante un dibujo a lápiz:
-«Usá tintas»
-«Trabajo con lápices, para aprender a usar tintas necesitaría un tiempo que no tenemos ni usted para esperar que yo aprenda, ni yo para autobecarme… además ni tengo dinero para comprarme el set de tintas».
-«¡¡¡USA TINTAS!!!»

En fin, después de hacer jugar todas las intuiciones y saberes de años de profesión y sentir el volar sublime del hallazgo viene el momento de la entrega.
No niego ¡válgame Dios!, el reconocimiento, respeto, regocijo y entusiasmo tantas veces sentido de parte de tanto sesudo, sensible y apasionado editor, escritor o demás personal que incumba, pero ¿porqué otras tantas veces debemos sentir el hondazo disparado por otros tales, que nos sumerge en las oscuras profundidades abismales de ese mar profundo, oscuro y viscoso del «opino porque tengo poder y algo tengo que decir?».
Desde la asfixia que genera estar hundido en esas aguas, es que debemos explicar -profesionales puestos en lugar de legos a legos puestos en lugar de profesionales por obra y gracia del escritorio que media-, los porqué de la inconveniencia de modificar la creación.

Mea culpa. Legitimados por nosotros mismos, los ilustradores, tras años de no poner límites, temerosos de perder el trabajo en un país en donde éste se hace cada vez más ralo, estos ejercicios de poder y sumisión enquistaron conceptos erróneos y costumbres injustas.

Por obra y gracia de la tradición (que no de la Ley), en la mayoría de los libros para niños se reconoce como autor sólo al escritor, quedando el ilustrador en segundo plano.

Al no considerárselo autor, no se lo considera creador; al no considerárselo creador la obra queda relegada al lugar de simple mercancía; al quedar como simple mercancía no tiene derechos de autoría; al no tener derechos no merece ser reglada por contrato; al no mediar contrato alguno se cierra cualquier posibilidad de negociación; al cerrarse las posibilidades de negociar, la monolíticamente única alternativa de pago es contra entrega de una simple factura (una sola vez y de por vida, aunque el libro tenga miles de ediciones); al pagarse de esa manera el ilustrador pasa a ser un simple proveedor, no se lo aprovecha como objeto de promoción (aún cuando es harto sabido que el lector compra a partir de lo visual) y los originales adquieren el mismo rango que una silla o un chorizo y así pueden ser fragmentados, manoseados, ensuciados, engrasados, emparchados, rayoneados, corregidos e incendiados… Y no exagero ni un ápice. Juro que en mi historial y el de mis colegas, tenemos ejemplos al pie de cada una de las afirmaciones que denuncio.

Esta falta de conciencia del ilustrador como autor también viene inconcientemente avalada por la crítica, que en los pocos espacios que tiene en los medios de nuestro país, se ocupa casi solamente de lo escrito que de lo dibujado, ya que, sin especialistas en el campo, toda opinión queda reducida a dos o tres palabras apreciativas del tipo «dibujos lindos o feos, pasteles o coloridos, hechos con tal o cual técnica y que acompañan bien o mal al texto». Punto. Eso es todo lo que se dice de la parte gráfica del libro. Eso es todo lo que se dice del 50 % del producto final que representa el género.

Es cierto que los ilustradores no acostumbramos a hablar o escribir reflexiones sobre nuestra propia producción, quizás porque nuestro lenguaje sea de imágenes, quizás porque no nos animamos o no queramos. Pero también es cierto que generalmente no es el creador quien habla de su obra, eso es función de la crítica y de la investigación. Y éstas se siguen especializando en textos y no en imagen. Y cuando se habla de libros para chicos se habla de productos, casi en el 90 % de la producción editorial, plagados de imágenes.

Tierra

Breve descripción de tantos libros publicados en Argentina

TAPA: Título del libro, nombre del escritor, logo y nombre de la editorial con fondo de dibujo a todo color.
PORTADILLA: Título del libro, nombre del escritor, nombre del ilustrador en tipografía más pequeña y precedido de la palabra «Ilustraciones:», nombre de la colección, logo y nombre de la editorial.
CUERPO CENTRAL: Una frase de texto de 8 palabras promedio por doble página íntegramente ilustrada a todo color.

La situación hace agua, pero somos expertos nadadores y repito, (que corro riesgo de ser dilapidado), también hay preciosos ejemplos de editores, escritores y otros transeúntes de este mundillo que, salvavidas en mano, nos quieren, miman, comprenden, apoyan y se abren al diálogo, ayudándonos a salir de un dramatismo que apabulla.
Llego a la orilla. Vale la pena una cronología pisando la tierra firme de la historia.

Principios de los ´90. Cocina de la casa de Nora. Siete ilustradores y el deporte argentino por excelencia: la queja. Considerados meros proveedores y no autores, no nos devolvían los originales en ningún lado, no pedían ni permiso para volver a publicar un dibujo, no aparecíamos en tapa, o si lo hacíamos era en letra más pequeña que el escritor.
¡Oportuna cocina!, queja, pataleo y pucherito (1) fermentaron en bronca, hartazgo e impulso, ingredientes necesarios para salir del corralito mudo del tablero. De la mano del intercambio de información, opiniones y catarsis, llegaron la autovaloración profesional, la conciencia de los derechos intrínsecos, la voz y el voto.
Mediados de los ´90. Las reuniones más frecuentes y concurridas obligaron a pasar de la cocina a un bar, significativamente llamado «El Taller». Muchos más ilustradores ante el inevitable karma histórico nacional: la lucha.
Las negociaciones en las editoriales que desconocían nuestros derechos fueron nuestras «batallas»; conferencias, charlas, cursos en escuelas, bibliotecas, ferias, congresos, virtuales «tiendas de campaña»; ilustradores viajeros por el exterior, que difundían los valores locales y volvían con la información de otras realidades eran nuestros «emisarios»; leyes que desconocíamos pero que existían y nos amparaban, un contrato-tipo que -aunque poco usado- pudo elaborarse y distribuirse, la calidad de la producción creativa, fueron nuestras «armas».
Inspirada en hechos señeros (la efímera pero fructífera D.A.P.I. -Dibujantes Argentinos de Publicaciones Infantiles-, las exposiciones de 1984, ´85 y ´90), la lucha se organizó sin planearla, anárquicamente, con obstinación, persistencia y certezas, sin guerras.
Elaboración de estrategias, canalización de inquietudes, tramado de acciones, gestación de proyectos. Nada más simbólico que «El Taller» como lugar de trabajo, enseñanza y aprendizaje, en suma: crecimiento.
Fines de los ´90. Antesala de la Feria del Libro Infantil. Cuarenta y nueve ilustradores y un sentimiento muy argentino: el orgullo. Legitimado por la inauguración de la «II Muestra Anual de Ilustradores de Libros para Chicos – Buenos Aires ´99» (2); por el reconocimiento de derechos de autor en algunas editoriales; por el haber conseguido que en casi todas devuelvan los originales; por que en la mayoría figuremos en tapa, en algunas con tipografía igual a la del escritor; por el nacimiento del «Foro de Ilustradores», institución ya con nombre propio que nos nuclea; por la participación cada vez más asidua en catálogos, exposiciones y fondos editoriales internacionales; por escribir cada vez más de estos artículos.
El orgullo es tanto consecuencia de las «victorias» conseguidas, como de las «derrotas» que no conseguirán hacernos bajar los brazos (no me sumergiré de nuevo para repetir que mucho de lo antes denunciado sigue pasando en algunos lados).
Cocina, taller, antesala.
Inconscientemente, la historia trazó una geografía, un mapa, un camino.
El nuevo milenio parece depararnos una puerta hacia un salón principal, donde la co-autoría no se discuta ni en la mesa de negociación ni en la tapa, donde el original no se confunda con los derechos de reproducción, donde volver a publicar o retocar una ilustración sin permiso sea un inimaginable disparate.

Fuego

Fragmento de la introducción del Catálogo de la Muestra Internacional de Sàrmede, escrito por la crítica portuguesa de Ilustración de Libros para Niños María José Sottomayor, Sármede, Italia, 1994:

«…Este año, la Muestra de Sàrmede ha invitado ilustradores de países presentes por primera vez (…) Istvan, portando desde muy lejos la sugestión del movimiento a través del color, el collage y la pintura, incorporándolos de una manera distinta, como un enorme desafío, en una recreación del arte autóctono…»

-¡¿QUEEE?! ¡YO NO TENGO NADA QUE VER CON LO AUTOCTONO!. Dije, al leer por primera vez el párrafo que introduce este segmento, demostrando tener bien aprendida la lección prejuiciosa y discriminatoria de mis típicos años de escuela primaria en los ´70 de la dictadura militar, donde el arte venía de Europa y lo autóctono quedaba reducido a las puntas de flecha que pudieran encontrarse a orillas del Paraná.
Después tuve la oportunidad de hablar con María José Sottomayor (que, a partir de allí, me honra con su amistad) y ella me explicó cómo, y en qué gran medida, en las ilustraciones de creadores latinoamericanos se notaba el sol al que nuestras pupilas y nuestro inconsciente están acostumbrados casi cotidianamente, en oposición a la llovizna, lluvia o nieve en que durante tres cuartos de año se crían un holandés, un ruso o un checo.
Yo me quedé atónito. Toda la vida tratando de aprender alguna triquiñuela del holandés Van Gogh, del ruso Kandinsky o de la checa Pacovská, y resulta que el sol del continente se filtra en mis dibujos con más fuerza que todo lo otro.
Acicate y entendimiento de nuestra esperanza, ahí encontré contestación, por fin, a una pregunta de un editor belga que me había quedado reverberando por años: «¿Qué pasa en Argentina para que estas ilustraciones existan?».
La respuesta era: «Hay sol».

Cualquier hendidura es buen hogar para una cucaracha…

Invasores de mi mente fetida fueron , y hoy son mi esencia misma…

Me podrán decir que el ya antes se había escrito una historia similar a la que tengo que contarles, fue creo que la historia de cierto empleado Judío, un tal Gregorio. Pero esta aunque similar a la historia de este chico, no tiene en lo mas mínimo similitudes con él, pero me vi en la obligación de hacer esta aclaración por si surjan especulaciones al porno.

Mi historia señores es una historia envuelta en las mas irreverentes ideas, que aunque es cierto que es muy difícil que la tomen como un hecho verdadero, tengo que recordarles que si me pasó y hasta ahora lo estoy viviendo, que es cierto lo que aquel día de invierno invadió mi vida y me fue quitando muy lentamente el alma y toda la esencia de mi ser mismo.

No lo recuerdo muy bien, es que no soy muy bueno con los recuerdos, tan solo el vago aroma de su cuerpo me es real en estos momentos de angustia, en estos momentos en los que me doy cuenta de la fragilidad de la vida, y de la presencia de la nada, la única creadora de ideas y de miedos inofensivos pero muy expresivos, muy frenéticos, muy tóxicos para mis ojos. Pero la recuerdo tirada a un lado de la sabana, esa blanca sabana de algodón que hasta hoy la tengo guardada en ese sitio que me vio morir y me vio desangrar por culpa del amor bizarro. Ese sitio mágico en el cual mi único compañero era yo mismo, y hasta hoy lo sigo siendo, aunque tengo que reconocer que ella también me acompaña en ocasiones, me acompaña desnuda, con esa sonrisa frágil y excitante, esa sonrisa cálida, aquella en la cual me sumergí tantas veces como puede aletear un colibrí en 3600 segundos… si, ella siempre estuvo conmigo.

Su recuerdo, aunque tenue, me hace lagrimear cada vez que emerge desde el interior de mi mente inconsciente. Pero si quiero narrarles esta historia, necesariamente voy a tener que recurrir a un río de lagrimas o a un pañuelo aunque ahora ya no creo que sean lagrimas sino pus.

Ella era muy bonita, si pudiera definir la palabra “Bonita” seguro que no encajaría en nada de lo terrenal conocido, puesto que esa calificación, creo yo, vive en la mente de cada uno. Sus ojos nunca miraron a los míos, era como si nunca hubiesen tenido vida propia, como si fuesen un pedazo de la muerte entre nosotros, pero yo la amaba y eso nunca me importó.

Aquel fue un día largo, yo empecé a trabajar como ayudante en una construcción que estaba a un par de cuadras de mi casa, estaba sucio, como era de esperarse. Y ella sentada en frente a su casa me saludó, cosa que nunca había pasado, ella siempre me ignoró, me duele reconocerlo, pero es la verdad. En esos instantes me sentí el hombre mas feliz de la tierra, había estado con otras chicas, pero con una como ella nunca. Mis amigos dicen que no era muy linda, mas bien era flaca y no tenia la proporción de otras chicas con la que había salido. Pero algo inexplicable me atraía hacia ella, en esa época hubiera dicho que se trataba de la química, hoy pienso diferente.

Todo paso muy rápido, esto si lo recuerdo muy bien, esto nunca lo podré olvidar. Yo respondí a su saludo, y sin dejar de mirar aquellos ojos de la muerte me dirigí a mi casa y luego a mi habitación, me senté en la cama y estaba pasmado por lo que pasó, era estúpido y lo sabía, saludarme era cuestión de oportunidad, trate de racionalizar, y de entender que un saludo no significaba nada. Y a medida que me repetía eso en la cabeza mas profunda se volvía la llaga que se me había formado en mi alma con aquel saludo, agache la cabeza y un dolor en la frente me hacia ver mi sucia realidad. Cuando por la ventana volví a escuchar su voz, esa voz un tanto áspera que repetía mi nombre como espasmos estomacales, me incorpore y ella sin dejarme decir nada me pregunto si mi madre estaba en la casa. Mis padres habían ido a la casa de la abuela, la madre de mi mamá, puesto que la abuela se había operado de un calculo renal y ellos fueron a llevarla al control postoperatorio. De modo que la respuesta fue negativa- no, no está, mi reacción seguida fue preguntar por que quería saberlo eso, ella sin mirarme me volvió a preguntar la hora posible de regreso de mis padres, y le respondí conforme ellos me lo habían dicho, -recién mañana por la mañana, perfecto dijo ella, y me pidió que la espere, que vendría con una amiga, que la pasaríamos bien, yo sonreí con mas temor que ganas, estaba nervioso, y entendía muy poco lo que estaba ocurriendo. Pero lo único que me sobraba era esperar, entonces mientras me tome una ducha.

Al fin volvía a estar solo, rezaba para que no viniera, y así fue, nadie apareció esa noche, ni mis padres, ni Verónica ni nadie, solo la luna me hizo compañía, me dormí como a las tres de la mañana y me despertó un fuerte olor a animal muerto, al mismo tiempo que mi cuerpo se estremecía en fuertes y violentas contracciones. El Vomito no tardo en llegar, sentía como la fiebre aumentaba en mi cuerpo, me desvestí para tomar una ducha de agua fría, para bajar la fiebre y me percate de que mi ropa interior estaba empapada de un liquido espeso parecido al semen pero transparente. Supuse que era semen coagulado, o algún tipo de liquido seminal y me metí bajo el chorro de agua que me esperaba sediento. Me quede por mas o menos 30 minutos bajo el agua y ahora mi cuerpo parecía mas aliviado, parecía responder mejor a las ordenes emanadas de mi cerebro. Todo tenia color ocre, todo estaba teñido de un naranja pálido, casi tan pálido como el reflejo de la luna en el rostro de Verónica cuando decía todas aquellas preguntas sin sentido, y esas promesas que no se cumplieron… por suerte.

Creo que fue el miedo tímido y cruel de una persona asocial el que se apodero de mi en el momento de aceptar que Verónica vendría, creo que fue eso. Por eso no quería que viniera, tal vez en ese momento no estaba preparado para ella, aunque también suponía que ella no me quería a mi en esencia sino que solo quería mi ser, mi cuerpo. No me pregunten como lo sabia, tal vez ahora lo relaciono todo, pero eso es lo que recuerdo.

No recuerdo como fue, ni siquiera recuerdo lo que hice en ese preciso momento en el cual sentí cada vez con mas fuerza algo moverse en mi interior, al principio creí que era solo una indigestión producto de lo que había comido el día anterior en la obra. Hoy era Domingo y estaba solo en la casa, nadie podía ayudarme, estaba solo y me sentía muy mal.. Estos recuerdos si son muy patentes en mi, no así los otros, son como recuerdos espasmódicos, recuerdos que vienen y van como el viento de verano, como el polen en primavera, como esa contracción que tienen las féminas al alcanzar un orgasmo, como la sonrisa de un niño de meses, como la mirada de tu amada, como la fragancia del sándalo en una iglesia, en fin así son mis recuerdos, todos muy confusos, todos únicos y separados por grandes enigmas, grandes lapsus, pero a su vez unidos por algo en común, mi realidad…

Todo ese día me pase en la cama con espasmos, el sol aquel lunes me dio un puñetazo en la cara, y me tumbo a un lado de mi pieza, todo estaba roto, carcomido… me levante de un salto y empecé a hurgar entre mis cosas, mientras miraba y limpiaba aquel desastre de material corroído y de sustancia pegajosa, la misma sustancia que encontré el día anterior en mis pantalones, encontré algo muy raro en mi habitación, era una prenda intima femenina. ¿qué haría allí una prenda intima? No lo entendía hasta que alguien golpeo la puerta, era Verónica, entro casi desnuda (en realidad estaba desnuda en la parte de abajo) dio un salto para atrás y un grito casi inaudible, la pregunte que hacia allí, y me respondió que nada, no me miro (como de costumbre) se vistió la ropa y salió rápido de la habitación. Yo por mi parte intentaba recordar, ella estuvo desnuda en mi habitación, y yo no lo recordaba, en ese momento ya no me importaba el espado de mi cuarto ni si llegaba tarde o no al trabajo, solo me importaba recordarla desnuda (o semi desnuda) junto a mi. Pero el malestar no me lo dejaba, aunque su recuerdo estaba en mi retina, en mi región occipital… su sola imagen me daba nauseas.

Esa mañana sentí como algo se movía en mi interior, de niño yo había tenido parasitosis, tal vez eran los áscaris nuevamente, tal vez alguna colonia de giardias o algún que otro bicho de por esos lados intestinales. Pero los movimientos con el correr de las horas eran mas intensos, entonces pensé que el momento de tratar de averiguar lo que estaba pasando. Mis padres no llegaban, y el teléfono estaba en su habitación con llave, grite como para que alguien que pasara por la calle me escuche, pero todo fue inútil. Con mucha dificultad me dirigí hacia la puerta delantera cuando pase por habitación de mis padres pude percatarme de que la puerta estaba abierta., así era, estaba abierta todo estaba con el mismo desorden, todos los muebles estaban cubiertos con la solución gelatinosa y estaban como masticados. Encendí la luz para poder ver mejor lo que había adentro y poder marcar el teléfono cuando vi a dos esqueletos tendidos en el suelo, hachos casi polvo, destruidos casi con saña…

Trate de identificar a las osamentas pero todo intento era inútil, era imposible determinar quienes eran, al menos para mi que no tenia la mas mínima idea en medicina forense. Trate de pensar que se trataba de un robo y que los ladrones habían muerto por que se yo que motivos, cuando vi el añillo de matrimonios de mi madre en unos de los dedos de las calaveras, lo supe enseguida por la forma particular del tallado de la alianza. No se trataban de ningunos ladrones, eran mis padres.

Ya el desconcierto era grande, ¿será que Verónica los mató? Me preguntaba. Pero las contracciones en mi estomago eran cada vez mas fuertes e insoportables, arrastrándome me dirigí al baño y vomite, en esta oportunidad era una sustancia espesa blanquecina, cuando me incorpore como para lavarme la boca pude ver como se movía en el interior del inodoro algo, me acerque y vi a un insecto o algo así moviéndose, trate de despejar la solución con un trozo de papel y me di cuenta que había mas de estos animalitos en su interior. Eran miles, ¿pero que eran? Parecían ser cucarachas. ¿Pero de donde saldrían?

Efectivamente eran cucarachas y salían de mi, de mi estomago, de mi interior. No supe como reaccionar, me senté en el piso frío y sucio del baño y cada tanto veía como esas criaturas se comían unas a otras. La puerta se abrió abruptamente y se escucho la voz de Verónica llamándome, la voz casi no me salía, pero alcancé a decir que estaba en el baño, ella apareció delante de una potente luz y se me acerco con otra persona, la segunda persona tenia algo familiar para mi pero no la reconocía. Verónica me pregunto si ya sabía que sucedía, y le dije que no, implorándola que me lo diga si ella sabía algo, con una sonrisa, Sonia, su amiga, me dijo: – mataste a tus viejos, es eso lo que paso. ¿No ves imbécil? Yo con mas confusión que lucidez le pregunte una vez mas a Verónica si sabia lo que había pasado. Ya la respuesta fue el silencio.

Verónica se desnudo lentamente frente a mi, mientras yo sentía el mismo movimiento de mi vientre pero en todo el cuerpo, y podía ver y sentir como las diminutas cucarachas perforaban mi piel y salían al exterior dirigiéndose directamente a la boca de Verónica. Esta entro en una especie de euforia y podía sentir sus jadeos. Mientras Sonia también se desvestía, yo estaba postrado en el suelo blanco de azulejos resplandecientes manchados con sangre, con mi sangre.

Yo miraba mi cuerpo deformado convertirse en una bolsa de poros dilatados, de cráteres supurantes de vida, vida invertebrada y caníbal. Las miraba a ellas lamiéndose entre si sus cuerpos desnudos y bellos cuando de mi nariz y mis oídos también empezaron a salir los divinos pobladores de mi cuerpo, los frutos del amor nocturno, aquel amor que en éxtasis del éxodo de mis crías se hacia presente y muy vívido, muy real, y allí lo comprendí todo, allí comprendí que amaba a Verónica, y que el destino de mis padres era ese, el amor necesita de mártires, y ellos son los mártires de nuestro un amor de proporciones inimaginables un amor no humano, un amor instintivo, uno que tiene como fin supremo la especie.

¿Y Sonia? Sonia sigue allí, en nuestro lecho, en nuestra cama acomodando nuestro huevesillos, producto de no se que cosa, producto de nuestro amor extraño, infernal. Verónica me inoculo la vida eterna, me dio la clave para vivir como deberían vivir todos los humanos, de acuerdo con las leyes naturales, de acuerdo con su especie, hoy tal vez ya no soy humano, hoy tal vez solo soy producto de mi ambiente, hoy soy un ser que esta en ese sitio mágico, hoy quizá descanso en este rincón mágico desde donde les cuento esta historia, sigo aquí, cómodo, en el cráneo de mi madre… el único sitio en donde puedo estar conmigo mismo, aunque a veces ella también venga y comparta conmigo nuestro destino…

…una cucaracha siempre esta desnuda…

Instrumentos mentales

Elton despertó esa mañana con un fuerte dolor de cabeza, hasta el canto de los pajarillos, que antes sería como un regalo de Dios, aquella mañana era una tortura. Tomó el control remoto del televisor, lo encendió, y aunque él así no lo quería empezó a empaparse con el mundo de allá afuera, ese mundo al cual él pertenecía pero al mismo que siempre se negó.

A él le daba asco tanta mezquindad y violencia. Los informes matutinos solo mostraban xxx, sangre y llantos. -Como pueden vivir en una sociedad así- pensaba Elton. Pero en realidad esto no era común, esta había sido una mañana excepcional, o mas bien un mes especial en la ciudad Cristal. Las ultimas semanas habían sido muy agitadas, conmovidas por una serie de muertes brutales, una serie de asesinatos con saña, en donde lo monstruoso era el único elemento común.

Elton desde entonces, desde que empezaron los horrendos crímenes vivía angustiado y con una intensa jaqueca. No podía entender como los hombres podían llegar a ese punto. No podía entender la naturaleza humana desnuda ante los ojos de terceros. No podía soportar ver al ser humano en su esencia misma. En realidad muy poca gente en el mundo está preparada para soportar al ser humano tal cual es: Cruel y Violento, un ser antisocial, egoísta y sin escrúpulos. Todo lo demás, todo lo otro que tenemos por hombre, es una simple respuesta adaptativa a uno de nuestros mayores inventos; la sociedad.

Y era a esa sociedad a la que Elton no quería pertenecer, era eso de lo que huía. Aunque en realidad sabía que era inútil; sabia que el dependía de la sociedad en una simbiosis en donde él era la rémora y la estructura el tiburón. Él sabia que la vida lejos de todo lo que estaba acostumbrado era casi imposible, por lo menos para él. Nunca tuvo, desde que empezó a querer librarse de los demás, la decisión y el coraje que tienen algunos monjes de aislarse del mundo y vivir retirados del sistema, en una eterna comunicación con la esencia misma de su ser.

El despertador de su teléfono celular sonó por segunda vez, la jaqueca persistía, y aquellas perturbadoras imágenes todavía bombardeaban la pantalla al final del tubo de vacío.

La mañana estaba lluviosa. Mientras sorbía su café mañanero pensaba en la vida y en la muerte, en el Eros y el Tanatos, pensaba en Fausto y Mephisto.. al mismo tiempo sabía que algo no funcionaba bien en su mente, él era Psicoanalista, y creía entender muy bien todo lo de la represión, – Tal vez deba conseguirme una mujer- decía en ocasiones. Desde que su mujer lo abandonó, creyó poder transformar todo ese estado angustioso en escritura, en arte, – si Nietzsche lo hizo por que él no -. A pesar de eso nunca pudo terminar un solo ensayo, cosa que no lo había preocupado hasta esa mañana. Sabia que toda esa situación constituía muchas presión para su mente ya aprisionada.

Revisó sus papeles y tomó dos libros: “La voluntad de Poder” y “Tótem y Tabú” los utilizaría como escudo ante sus alumnos de la cátedra de Psicología Clínica de la Universidad de los Sueños.

Condujo su auto, un AUDI del año, – Paradójicamente él era un Consumista Compulsivo- mientras Wagner lo acompañaba todo el camino y esos conciertos los transportaban a un mundo Kafkiano a un mundo en donde él era un sucio insecto y todos a su alrededor eran sus verdugos potenciales. Se transportó por un laberinto de callejuelas en donde se sentía seguro, en donde sentía una seguridad hogareña, en donde el olor a sangre, a esa sangre de la noche anterior que se secaba a la sombra de los edificios, a esa sangre que emano de alguna vena desgraciada, de alguna victima de la sociedad sucia y fétida la cual era absolutamente repulsiva para él, empapaba sus sentidios.

La lluvia volvió a ser patente al llegar a la universidad. Era rara esta ciudad, en ocasiones solo llovía en los extremos de la misma, en el centro el sol era agobiante Esto creo que responde a un clima tipo tropical.

Elton contemplo las gotas frías de la lluvia de octubre, y se concentraba en su desmesurada belleza, en esa belleza que solo puede existir producto de la química, de la unión abrupta de los elementos de la tabla periódica, producto de estar en el lugar preciso dentro del universo, en el momento también preciso. Esa gota de lluvia significaba mucho mas que un fenómeno atmosférico, esa gota de lluvia era el “Arke” para Elton. Era el principio de todo, de su vida y de todo el sentido que ella podía tener, esa gota de lluvia representaba el génesis mismo de toda la vida en la tierra, Elton estaba exaltado por estar tan cerca de sus principios, de sus comienzos, de lo que desconocía, de lo que temía, pero al mismo tiempo de lo que amaba y lo que él amaba era la duda.

Al ingresar al aula Elton seguía tarareando aquella melodía de Wagner, no por estar muy cómodo en el lugar -uno canta cuando esta cómodo en un sitio o cuando está nervioso- él estaba nervioso. Un coktail de hormonas del miedo se entremezclaban en su torrente sanguíneo desde las suprarrenales, la noradrenalina lo intoxicaba y la adrenalina lo mantenía en un estado de alerta constante.

Apenas si se percato de los alumnos que estaban esperándolo, y se dirigió a la maquina de café que se encontraba en el extremo opuesto a la puerta de entrada. Contemplo el vapor que se levantaba del liquido caliente contenido en un pequeño vaso de plástico. Por un momento sintió estar en aquella casa de su infancia, aquella en donde creció, aquella en donde conoció el amor y la muerte de su madre, aquella en donde sus recuerdos habitaban como ratones en un basurero.

Tomó asiento y saludó a la clase. Todos estaban comentando los acontecimientos de la noche anterior. Esto ya casi era costumbre en esta clase. Elton sin embargo después del saludo solo se limitó a escuchar los comentarios de la clase. Todos creían saber cual era el perfil del asesino, él por su parte no tenia una opinión formada al respecto y su única apreciación fue que podrían tratarse de varios asesinos y no de uno solo como casi todos especulaban.

La tarde lo asaltó de nuevo en el auto, ya no llovía en la periferia y el vaho a sangre infestaba toda la atmósfera, una atmósfera que lo increpaba y lo seducía al mismo tiempo.

La jaqueca no cesaba, y ahora se le sumaba un fuerte dolor de estomago, todo lo que lo rodeaba le parecía superfluo todo era como que se introducía de manera contundente en su vida, desde las direcciones de Internet que lo invitaban al sexo virtual, hasta las ridículas luces que alumbraban un templo, monumento al capitalismo eclesial, el peor de todas las formas de capitalismo, el que se alimenta de la desesperación y la ignorancia del pobre.

El sol se ocultaba tras las colinas que delimitaban la ciudad. El té helado estaba tentador en la heladera, él lo tomó, lo disfruto, lo sintió. Sentado junto a la chimenea encendió un cigarrillo y a medida que este se consumía, el dolor de cabeza se disipaba, a medida que el sol se ocultaba, el dolor de estomago se transformaba en una dulce sensación de bienestar, de porno, de amor tal vez…

Todo estaba diferente en el microclima que producía aquel aparato que acondicionaba el aire, en el display de su teléfono se podía leer la palabra “Diego” y en su rostro se podía ver una apacible sonrisa. Permaneció sentado en su silla de lectura hasta la 01:00 de la mañana hora en la que salió a dar una paseo, camino por los barrios de jardines imperturbables, se dirigió por el parque ya desierto a esas horas, paso por la calle de la casa de su esposa, o mas bien su ex esposa, y llego a aquellos laberintos urbanos, aquellos en donde la sangre delimitaba territorios. Elton había hoy pasado por aquí se lo oyó decir, como si el no fuera mas Elton. Pero ahí estaba él, el que afirmaba ser otro, el que afirmaba no ser mas el mismo de hace unas horas, allí estaba limpiando la maleza de la vida quejumbrosa de un buen amigo, un buen amigo que no lo conocía, un amigo que nunca lo había visto, pero un amigo en sangre, tal como “Diego” lo repetía cada vez que hundía su puñal en el cráneo de cada mendigo que encontraba tirado en la calle, allí estaba segando lo que a Elton molestaba, estaba realizando una utópica tarea, estaba eliminando la sociedad, estaba limpiando el mundo de Elton, era esto lo que repetía sin cesar. Elton había creado un instrumento de limpieza, un brazo ejecutor… uno al que él no conocía. Yo no puedo hablarles mucho de él, tal vez Elton lo sepa, creo que solo nos queda temer a nuestro mayor invento; la sociedad, puesto que es esta la que fabrica tantos “Diegos” en el mundo… Mejor me voy, ¿Quién puede hacer nada por esto? ¿Tengo potestad de poder siquiera emitir una opinión?, creo que no, dejemoslo a él – Diego – que siga con su trabajo, tal vez este tipo de entes sean necesarios para la humanidad misma, Tal vez esta sea una forma de selección natural, tal vez sea este un método de defensa de nuestra naturaleza misma, ahora yo no lo voy a juzgar…